ABONADO POSTCOSECHA EN FRUTALES: “EL GRAN OLVIDADO”
Una vez recolectada la fruta, es esencial la fertilización de los cultivos leñosos de cara a la siguiente campaña, pero no se le suele prestar la atención necesaria por parte de los fruticultores, aunque no por ello sea considerada como una práctica fundamental en la agricultura profesional.
Es por esto que podemos afirmar que el abonado de postcosecha es el gran olvidado dentro del plan de fertilización anual, puesto que aquellos agricultores que si lo hacen consiguen una mayor acumulación de reservas para la campaña siguiente.
Pasada la recolección, comienza un periodo en el que el árbol debe acumular nutrientes a modo de reservas, sirviéndole de base para la brotación y/o floración del siguiente ciclo biológico; es decir y sirviendo como ejemplo, al igual que hay especies animales que hibernan y hacen acopio de víveres para pasar el invierno, algunas especies leñosas (como los frutales) deben hacer lo propio solo que en este caso los víveres serán los nutrientes que el agricultor les aporte.
Aunque no lo parezca, parte del éxito o gran parte del éxito de la siguiente campaña depende de una aplicación de nutrientes una vez recolectada la fruta. De hecho, es uno de los momentos de desarrollo radicular de la planta, por lo que debe aprovecharse de cara a mejorar la eficiencia de la aplicación de abono.
En frutal de hoja caduca, las reservas minerales orgánicas, tienen un papel fundamental en las primeras etapas de crecimiento primaveral. Durante este periodo, prácticamente no existe transporte desde la raíz a la parte aérea; por lo tanto, el crecimiento de primavera se abastece por un alto consumo de aminoácidos de reserva y de azúcares y lentamente se va generando el aporte por la fotosíntesis.
Podemos ver en la tabla siguiente una distribución aproximada de las necesidades totales de nutrientes en el frutal de hoja caduca por fases o periodos de desarrollo.
Conocida las cantidades y el calendario de las aportaciones de nutrientes, solo nos falta en qué lugar, bajo qué forma y con qué fertilizante aplicarlos.
En el caso de riegos localizados, nos posibilita aplicar periódicamente los abonos a través del agua de riego, con lo que nos ayuda a posicionar mejor dichos nutrientes a lo largo de toda la zona del suelo explorada por las raíces.
Hay que tener especial cuidado con la fertilización nitrogenada, para evitar al máximo las posibles pérdidas que puedan ocasionarse.
Además es recomendable complementar nuestro plan de abonado con enmiendas orgánicas, que además de aportar nutrientes, tienen otras ventajas como mejorar las propiedades físico-químicas del suelo, favorecer la aireación del terreno, evitar aumentos de la concentración de sales, etc.
También es importante el aporte de elementos secundarios (dentro de los macroelementos) como el calcio, magnesio y azufre, para obtener mayor resistencia celular y producción de clorofila.
No hay que olvidar la importancia de microelementos como el hierro, el manganeso, el zinc y el boro que son necesarios para importantes funciones vitales de los árboles.
Las aplicaciones de boro postcosecha son muy efectivas, por ser un elemento muy móvil, fluyendo hacia los ápices y también vía floema, traslocándose hacia la madera y las raíces, permaneciendo en alta concentración hasta la próxima floración y mejorando la fecundación y por lo tanto el cuajado. Por el contrario, el zinc, de gran importancia en el crecimiento y germinación del polen, solo tiene movilidad vía xilema, por lo que en aplicaciones en postcosecha gran parte se queda y se cae con la hoja.
Por lo tanto y como conclusión debemos tener presente que una buena planificación de la fertilización incluido el ABONADO POSTCOSECHA, va a marcarnos el devenir de nuestra cosecha siguiente en cuanto a cantidad y calidad.